En las últimas semanas el #MeTooMx irrumpió en oficinas, redacciones de periódicos, estudios de grabación o talleres de artistas. Actores, directores, publicistas, músicos, periodistas, fotógrafos o académicos abrieron sus cuentas de Twitter y se encontraron con denuncias en su contra, hechas por sus compañeras de trabajo.
El movimiento demoró en llegar a este país. Comenzó en Estados Unidos, en 2006, con la activista Tarana Burke, luego cobró impulso en 2017, con las acusaciones al director de cine Harvey Weinsten. Pero ya instalado, uno de los debates que ha abierto es sobre las conductas normalizadas en el ámbito laboral.
Del 21 de marzo hasta el 4 de abril, se recibieron 4,867 denuncias por acoso, abuso y hostigamiento sexual. Entre ellas, 329 fueron dirigidas contra periodistas de 74 medios.
El acoso sexual en el trabajo es muy común, señala Dolores Blancas, fundadora de la organización Casa Gaviota. Lo que no es común es que las mujeres señalen a quienes las han molestado porque no es fácil que encuentren apoyo, agrega en entrevista.
La ola de denuncias en redes sociales cuestiona las medidas que toman las empresas para combatirlo, opina René López, responsable del programa de investigación de Género y Desarrollo (Gendes), una asociación enfocada en las nuevas masculinidades.
Definiciones de conductas inapropiadas
En México, 1.4 millones de trabajadoras han reportado acoso sexual en el trabajo, de acuerdo con la exposición de motivos de la entonces diputada federal Eloísa Talavera, quien en 2017 proponía una serie de reformas para prevenir y sancionar el acoso sexual en el trabajo.
El acoso sexual es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo, indica la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Es una conducta no deseada de naturaleza sexual en el lugar de empleo, que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
La OIT lo identifica como discriminación de género y una forma específica de violencia contra las mujeres. Y va desde miradas lascivas, comentarios o bromas, contacto físico innecesario y no deseado, hasta la petición de favores sexuales.
En México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia define que el hostigamiento sexual ocurre de un jefe a una empleada subordinada, el acoso sexual, por su parte, se presenta en relaciones laborales del mismo nivel jerárquico.
“El hostigamiento sexual es el ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva”.
“El acoso sexual es una forma de violencia en la que, si bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos”. (Artículo 13, Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia)
¿Cómo identificarlo?
Las mujeres saben cuándo están padeciendo un acoso. Hay “una cierta intuición”, comenta Dolores Blancas, especialista en educación para la paz. Sin embargo, “hemos sido educadas en este sistema patriarcal para sentir vergüenza, y eso solo agrava la situación”.
René López coincide con ella. Agrega que quizá al principio algunas tengan dificultades para saber si están recibiendo una expresión genuina de afecto. Pero poco a poco les queda claro si se trata de acoso, porque no las hace sentir bien.
El problema en general, continúa, está en los hombres. Hay muchas conductas que consideran normales y en realidad son violentas. Cosas, al parecer mínimas, como tener imágenes de mujeres semidesnudas en la computadora de la oficina.
“A veces saludamos de forma invasiva, y si las compañeras de trabajo reclaman, suelen llamarlas exageradas”, expresa el especialista. En la cotidianidad hay diferentes expresiones de acoso que han sido normalizadas, y “de repente no sorprende que nos acusen de algo. Así que lo minimizamos con descalificaciones o con burlas”.
La sutileza del acoso y el trabajo de los hombres
Son muchos los actores que intervienen en estos casos: el generador de violencia, la víctima y los cómplices u observadores, comenta Dolores Blancas. Por ello es necesario que las áreas de Recursos Humanos tengan un protocolo de atención, dice.
Para René López lo más importante, antes de reglamentos o guías de actuación, es que los ejecutivos deben darse cuenta que el acoso sexual no tiene nada que ver con otras faltas laborales.
No se trata de probar un robo, sino de una actitud, que además está normalizada. El especialista cuenta el caso de una mujer quien fue ascendida de puesto para colaborar con un director con tan buena fama, que todo el mundo la felicitaba por irse a trabajar con aquel hombre tan caballeroso y respetuoso.
Por la naturaleza del trabajo tenían que viajar juntos, ahí fue cuando él comenzó a acosarla sexualmente. Ella temía denunciarlo en la compañía por temor a que se pusieran de parte de él. “No basta con que la empresa tenga un código de ética o procedimientos claramente establecidos. Deben conocer esas sutilezas y complejidades”, detalla.
Por ello, ambos entrevistados le recomiendan a las organizaciones allegarse de información y sensibilizarse ante estos temas. Dolores Blancas cuenta que en Casa Gaviota le ha tocado dar pláticas a empresas en las que se está viviendo una situación de acoso.
“Hemos visto cómo la persona que ejerce la violencia se siente descubierta y cómo la víctima se va sintiendo fuerte al escuchar sus derechos. Y los observadores se dan cuenta que su papel no es quedarse callados”. puntualiza.
El trabajo con los hombres es a largo plazo, dice René López, de Gendes. En esa asociación les proporcionan terapias o talleres en grupos reeducativos sobre otra manera de vivir la masculinidad. “En un momento ya pueden identificar que cometieron acoso, pero seguirán repitiendo otras conductas, porque la cultura lo permite”, opina.
El #MeToo surgió por la falta de respuesta social y penal a las denuncias de las mujeres, dice. “Los excesos de algunas no desacreditan un movimiento con tiene bases sólidas. Necesitamos procesarlo, pero todo se remite a la necesidad de aprender a relacionarnos”.